jueves, 3 de junio de 2010

La cicatriz, de China Miéville

La cicatriz. The Scar. China Mieville. 2002

El cirujano le cortó los párpados y le cosió unas membranas modificadas, retráctiles y transparentes que habían pertenecido a un caimán criado en las granjas de la ciudad. Le inyectó unos microorganismos que se desperdigaron por su interior sin causarle daño e interaccionaron con su cuerpo, haciendo que su sudor fuera un poco más oleaginoso, para que lo calentara y le ayudara a deslizarse por el agua. Le injertó un pequeño músculo y varios cartílagos en la base de las fosas nasales para permitirle cerrarlas a voluntad.

Entre los dedos y los pulgares de sus manos le injertó una membrana, una red de piel gomosa que unió a la epidermis de Tanner. Le cortó los dedos de los pies y los reemplazó con los de un cadáver y los cosió y reformó hasta que se parecieron a los de un simio; y a continuación los convirtió en los de una rana al unir aquellas extremidades, antaño vivas, con nuevas capas de epidermis artificial.

Portada "Factoría de Ideas"
Bellis Gelvino toma el barco Terpsícore en la Bahía de Hierro, hacia la colonia Nova Esperum. Escapando de su pasado y de las autoridades de Nueva Crobuzón. Siendo lingüista, consigue empleo dentro del barco como traductora del idioma de las Jaibas de Salkrikator. Bellis es compañera de camarote de la hermana Meriope, una monja caída en desgracia.

Dentro del barco, Bellis se muestra evasiva y reservada, pero se muestra fascinada con los estudios del naturalista Johannes Lacrimosco, el cual es un especialista en seres submarinos. Y rápidamente rompe el hielo con el viejo científico.

Tanner Sack es un rehecho, los rehechos son criminales de Nueva Crobuzón a los cuales se les han realizado modificaciones genéticas y taumatúrgicas para ser utilizados como esclavos. Siendo parte de un maltratado cargamento humano, Tanner establece amistad con un amable grumete llamado Shekel, con quien comparte viejas historias mitológicas. 

El capitán Myzovic le indica a Bellis que lo acompañe a la ciudad sumergida de las jaibas, Salkrikaltor. Debido a que establecerá un diálogo diplomático con los altos mandos de esa ciudad. Ahí les reclama que alguien está robando las gigantescas torres extractoras de petróleo de Nueva Crobuzón.



Los mandatarios de Salkrikaltor admiten su desconocimiento al respecto, y le presentan a un ciudadano de Nueva Crobuzón que se encuentra refugiado en la ciudad, Silas Fennec. El capitán Myzovic enfurece al descubrir que Fennec tiene un comunicado oficial de Nueva Crobuzón, donde indica que se le debe otorgar el mando de cualquier navío en caso de emergencia.

La nave parte de regreso hacia Nueva Crobuzón, y por algunos eventos en la trama son llevados a la ciudad de Armada. Una fantástica ciudad flotante, hecha en su totalidad de embarcaciones, algunas con cientos de años de antigüedad. 

Bellis y Silas Fennec hacen equipo para descubrir algún medio de escape, y descubren que los robos de la torres extractoras están relacionados con la ciudad pirata. Para un terrible propósito.



Con La Cicatriz, China Miéville confirma que el éxito obtenido por La estación de la calle perdida no fue un golpe de suerte. La Cicatriz es un libro mucho mejor, pone la mira mucho más elevada, la prosa es mas elaborada, gótica y poética. 

Los personajes son completamente tridimensionales, sardónicos, con fallos visibles, inteligentes. El único pero, es que todos comparten la característica de ser demasiado sombríos. Pero si el lector busca personajes carismáticos y atractivos, se equivocó por completo de libro.

Miéville es dueño de una prosa rica y llena de matices, no por nada cuenta con una curiosa amalgama de influencias tales como Lautreamont, Kafka, Bulgakov, Cortázar, Mervin Peake y Jack Vance. Inmediatamente se nota que Miéville está fascinado con la arquitectura extravagante, grotesca y excéntrica. Así como también de los seres antropomórficos, los honorables hombres Jaibas, los Anophelii, peligrosos hombres mosquito. Los Khepri, extraños seres con cuerpo humano y cabeza de escarabajo, etc. 

La Cicatriz es una excelente pieza de fantasía steampunk, un poco lenta, pero muy bien desarrollada. Miéville se da el tiempo de ir embonando las partes del crucigrama enfrente del lector, y ésto da pie a la expectación por descubrir la trama detrás de tantos  acontecimientos fantásticos. 

La fantasía implicada en La Cicatriz no involucra reyes, princesas, ni elfos. Más bien, taumaturgia, máquinas de vapor y extraños seres gigantescos retratados directamente de los peores pesadillas de Lovecraft. Recomendado para el lector de fantasía de gustos eclécticos.

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